llegué tarde al lugar
pero enseguida quedé atrapado
por las vaginas colgantes que se exhibían
las paredes eran la excusa
de una incitación del sexo femenino
como yo nunca había visto
paradas y no
dobladas y más
relucientes
fogosas marcas
ahí donde el amor es más,
donde las llaves a las puertas del cielo
semblantes femeninos
que llaman a ser palpados
reconocidos
por su gruesa vulva exterior
marcas de amor
allí donde dios las creó
una vagina y el resto,
y un dibujo (una excusa)
una vagina es punto de fuga
Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.
jueves, 29 de diciembre de 2011
domingo, 25 de diciembre de 2011
me nochea
La noche me llama a ser su cómplice.
Yo la acepto, comulgo con ella.
Me invade,
le cedo el terreno
me penetra,
dispongo mis sentidos
me insta a volar,
despliego mis alas
me dejo llevar
la noche me está nocheando,
a mí, que ya no soy sin ella
no soy, ni un milímetro,
sin noche
me constituye,
me funda
y en ella me fundo
si me atrevo a pensarla
la noche me amanece.
Yo la acepto, comulgo con ella.
Me invade,
le cedo el terreno
me penetra,
dispongo mis sentidos
me insta a volar,
despliego mis alas
me dejo llevar
la noche me está nocheando,
a mí, que ya no soy sin ella
no soy, ni un milímetro,
sin noche
me constituye,
me funda
y en ella me fundo
si me atrevo a pensarla
la noche me amanece.
jueves, 22 de diciembre de 2011
19, 20 y contando
A 10 años, las huellas del horror permanecen, no se pueden quitar del imaginario social. Es que están encarnadas, como quien dice formando parte de uno mismo. Y eso es lo importante, haber aprendido a convivir con las marcas de la angustia sobre los cueros, porque inevitablemente forman parte de uno. Esas marcas pueden ser rojas de sangre viva, como pasó en la Plaza o en la Estación, o blancas TU PIEL, como las que me visten. En ambos casos se llevan para siempre, a donde sea que vaya uno. Un hermoso traje llevo de manchas blancas. Como el diseño salpicado de un dálmata, o de un simple helado de crema americana, pero en sentido contrario. Un hermoso traje llevan los de la Plaza y la Estación. El traje de mártires del pueblo, de uno que explotó hace 10 años y que, dormido hoy, va a volver mientras estemos pestaneando... en ambos casos las marcas se llevan para siempre, en ambos, también, pasaron 10 años, y en ambos nos permitieron crecer. Y, tanto uno como el otro, son historias a continuar.
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