Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

martes, 18 de enero de 2011

Me nasce del cuore

Mi sufrir (pasado, presente y futuro) no es susceptible de ser medido por ninguna de las unidades de tiempo hasta ahora conocidas por el hombre. No es traducible en minutos, horas ni segundos. Pero poco importa eso, porque para entender el sufrir, lo que se necesita realmente es que se sienta. Y se siente. Aseguro que se siente.
Y lo que se siente es el olor a chamuscado que emana de mi corazón. Es el desastre que le hago a mi piel cada vez que me despierto. Es el horror que diviso en mis ojos frente al espejo o son los fantasmas que corren en las noches de mis sueños.
Esos sentir(es) vale(n) más que cualquier medición de tiempo que pueda establecer cuanto ha durado o durará determinado sentimiento.

El problema (o no) sigue siendo y será que cada cuerpo escribe una historia de lo que nos pasa por la terraza. Y las palabras que vos me dejaste para escribir la historia de mi cuerpo no fueron las mejores que me pudiste haber dejado.

domingo, 9 de enero de 2011

The most plentifuly river

Una noche puede ser igual a una interminable calle adoquinada con murales de realismo socialista pintados muchos años atrás, con colectivos fantasma que nunca se detienen porque no tienen un destino fijo, porque circulan una ciudad cuyos habitantes no quieren llegar a ningún lugar. Porque llegar les representa comenzar una vez más con la rutina de la vida (mala rutina de la vida). Asustados de esa fantasmagórica realidad, sienten la irremediable necesidad de perderse en un onirismo de calles intransitables (empinadas o en bajada, lúgubres, áridas) de una ciudad erigida de cemento pero sin sangre en las calles. Estas arterias del cuerpo de la ciudad, son las que los expulsan a un único lugar: el río. Ese río donde siempre llegan cuando tienen algo que escupir, el que soporta sus excrementos mentales, sus desastrozos sentimientos, aquellos de los que a veces se avergüenzan. Ese río tiene un imán para ellos. Y cuando se cansan de chocar sus cabezas contra el cemento de la ciudad, siempre recurren a él. Se puede arriesgar que ese río es para ellos un Dios sin igual.
Y en la noche frente al río, ellos deciden cortarse las venas para ofrecerle a su Dios el caudal más voluptuoso que tienen: la sangre que les corre de principio a fin de sus arterias. Aquella sangre que la ciudad no les acepta porque no es compatible con sus estructuras de hormigón armado.

Así, el río, que parió un color lodo, va tornando su tinte hacia un rojo más sangre.

jueves, 6 de enero de 2011

días distintos

(ese maldito terror a bailar con la soledad una vez más es el aceite que lubrica el motor de mi escritura)

Mis días distintos son los que no te pienso (y son pocos).

Desde el día que me hiciste lo que me hiciste
mi corazón vive una tempestad atemporal
¡si al menos hubieras anunciado mi muerte,
hoy no sería un muerto en vida!

Ahora quiero mi venganza y matarte olvidándote
¿Cómo hacer para que muera alguien pero sin poder olvidarlo?
¿Ya te dije yo que sólo muere lo que olvidamos?
Pues entonces nunca podré matarte yo a vos
a pesar de gozar, muy de vez en cuando,
de algunos días distintos.