Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

domingo, 5 de octubre de 2014

Lo supe fuera de ti, mi tierra

Sobre Aguafuertes cariocas, de Roberto Arlt.


El libro comienza con el tono esperanzador de Arlt explicando, en una de las primeras aguafuertes, cómo será su viaje por Sudamérica. Con alegría desbordante, el autor contrasta el presente laboral que le permitía tener un empleo escribiendo para El Mundo, de sus antiguas jornadas de doce horas como aprendiz en librerías. Se regocija anunciándole a sus lectores que les traerá novedades de lo que pase en la ciudad brasilera, de la forma de vida de la gente de allí, y podrá diferenciarla de su tan conocida Buenos Aires. Anuncia lo siguiente: en su maleta no lleva mucho, pero sí “un saco para tratar con personas decentes y otro hecho pedazos para mezclarme y convivir con la gente del bajo fondo que infesta los pueblos de ultramar”. No puede leerse otra cosa que alegría en sus palabras.

Las primeras notas en tierras brasileras son descripciones densas de la entrada en barco a Río de Janeiro. El tramo recuerda esa prosa descriptiva empleada tanto en Los siete locos como en Los lanzallamas. Pero Arlt anuncia: “el paisaje sin gente, no me transmite nada, absolutamente nada”. Cuando entrá en la ciudad, sus primeras impresiones son acerca del trato amable de la gente. Dice “Río es una ciudad de gente decente, bien nacida. Pobres y ricos”. A Arlt lo sorprenden dos cosas: el respeto y el buen trato que no encuentra seguido por Buenos Aires. Sobre todo el buen trato hacia la mujer que camina sola por la calle. Esa atmósfera de educación colectiva lo lleva a razonar que la diferencia entre brasileros y argentinos es que “ellos tienen educada el alma, y nosotros las formas superficiales”. Estas impresiones sobre el respeto a las personas, pueden estar marcadas, tanto por la forma de vida en el Buenos Aires de entonces, como por la infancia violenta que le tocó vivir al escritor.

Pero lentamente esa visión optimista del Brasil va cambiando. Primero, a Arlt le sorprende la poca vida que exhibe la ciudad por las noches. Casi no hay teatros ni hay cafés abiertos y a las once la gente ya está en su casa, con lo que eso significaría para un porteño. Segundo, lo asombra cómo se trabaja desde temprano. De la casa al trabajo y del trabajo… ¡a casa! Ahora sí entiende por qué Río no tiene vida nocturna. El retraso no es sólo económico, sino cultural, y sobretodo, político.

Con Aguafuertes Cariocas se conoce del Brasil de los años ’30, de su gente y sus modos de vida. Pero lo que más sorprende es que se logra conocer a la Argentina de esa época. Por contraste, la aguda observación que logra hacer Arlt de la diferencia entre el proletariado argentino y el brasilero desencadena en un grupo de hipótesis que el escritor trazará acerca del futuro de cada país. La existencia en nuestro país de bibliotecas barriales en donde se lee y se discute hizo que el obrero argentino sea mínimamente lector, después veremos si crítico de la realidad. El trabajador porteño lee los diarios, entiende medianamente lo que pasa en la política y la economía del país. El brasilero, si lo hace, lee secciones policiales. “Brasil no tiene problemas sociales porque no hay empleados sindicalizados. Porque las diferencias sociales están ocultadas. En Brasil se trabaja, se come y se duerme”. No sólo está contrastando pasados  y presentes distintos en cada país, sino que se puede hacer alguna interpretación de lo que serán los años de oro del capitalismo en cada país, experiencias de gobiernos populares mediante.

La estadía de Arlt en Brasil y el resto de su viaje por Sudamérica se ve finalmente interrumpida por la noticia de un premio en Buenos Aires, por su novela Los siete locos. Sin embargo, con su genio, sentido del humor y un lenguaje totalmente renovador para la época, el escritor logra trazar, en dos meses, un boceto de lo que es la vida en Río y en Buenos Aires.


jueves, 19 de junio de 2014

Escribir

pero con una diferencia
para medir cercanos y remotos

pero con una diferencia
para seguir muriendo

pero es un modo de decir
para dejarnos presentables

pero un archipiélago no es
para cruzarlo o para no cruzarlo

pero sobreviví como dispensa
paa comer y amar del mismo plato

pero que eran igualmente ciertas
para quedarse aquí tapando aullidos

pero aquí el cielo se derrama
para mirar a los que llegan

pero un sitio no es sólo maravillas
para apiadarse a solas de uno mismo

para otros el guante
pero en el corazón, corazonadas

pero también existen los visibles:
para ellos correría en otro ritmo

para unos pocos la mano desnuda
pero al dejar constancia no se humillan

pero eso sí: con excursiones
para seminaristas y cadetes manuales

pero en la noche sacan cuentas
para que la abundancia los entienda

pero siempre hay alguno
para limpiar el cráneo

pero en el fondo, él tiene la pregunta clave
para despabilarnos

pero sonriente y luminoso
para que yo lo firme

pero a esta altura qué otra cosa
para soltar arrobos como un lastre

¿para quién trabajas
pero como si nada?

pero es tan boba tu razón, tan obvia
para evaluar añicos y bosquejos

pero el amor sólo lava vidas
para que zanjen

pero viene
para estrechar mi mano y exhumarme

pero viene
para despojarme

pero viene
para comprometerme en sus dilemas

pero mi saldo disminuye
para poder abonar nueve mil dracmas

pero así y todo
para los labios es casi un destino

¡pero cuántas preguntas
para los ricos de solemnidad!

pero ceder no es un salvoconducto
para calificar a algún poeta

pero agradece nuestra permanencia
para acabar al fin con el entuerto

pero hagamos un trato
para un jueves de horca o guillotina

pero me gusta repetir
para blindar el último reducto

pero esta no es la última emboscada
para eso está el olvido

pero también hay otras dignidades
para nuestro escarnio

miércoles, 18 de junio de 2014

Usted repite

La fiebre tersa de la luz,
y a tus pies la Tierra:
cuando la miras y pones los ojos en blanco,
puedes hablar del vacío.

Las tardes perdidas en la tarde,
para hacer acopio
de los triunfos prepotentes
que trajiste y llevaste.

Usted repite: "¿Qué es la bomba atómica?".
Tal vez convenga entonces abolir las preguntas.

Del tiempo donde nacen los signos,
del furor tan prudente,
de la equivalencia última.
mejor es que te fíes.

De dónde, dónde vienen
que generalmente también vuelve
el coraje tan dócil
somos nosotros quienes debemos redactarlo:
los que nunca se olvidan
con una lágrima cuadrada.

Benedetti & Juarroz

Por Betania Supertino

miércoles, 11 de junio de 2014

Estoy con pavura.
pero ustedes no saben cómo es
en el centro de la idea negra
había algo más para ver así, nunca visto,

Palabra por palabra
podés oírlos probando abrir los picaportes
entre ruinas de niños ahogados
en mi mente como sagrados lugares.

Si vuelvo sin entender:
miedo a la confusión,
no hay qué decir,
pero todo está olvidado, casi todo.

Pizarnik & Carver

domingo, 8 de junio de 2014

El Ser

El Ser, en defensa,
muchas veces depende
del sacrificio;
para ser más jugador,
para defender su pachorra,
y darle paso a la idea,
pero sin perder otras variantes,
porque si no,
se impone un terreno premonitorio.

viernes, 30 de mayo de 2014

P

Parecen patas podridas
pero pueden pasar por piernas prístinas.
Pedí plastificarlas porque pensé:
piernas para pibas post problemas pédicos.
Producción pseudo pendiente.
Permuté parte, prescindí pérdidas.
Puse por pilas. Pisé potentemente.
Permanecieron planas.
Partí protuberancias para poner por parejas.
Primer par: prolijas.
Posteriores: pastosas.
Perdí plata. Pasa por parquedad propia.
Por poseer poca pasta.
Produce pena pensarlo.
Podré perseverar.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La pata del gato


“¿Oia? ¡Al fin tengo algo que hacer!”, pensó en un grito Aguanieve, la chica que estaba en la oficina de la empresa ADT, cuando sonó la alarma. No podía creer que su trabajo en la guardia de reportes de la aseguradora tuviera un sobresalto, una emoción, algo que contar el domingo, en el almuerzo familiar.

Estaba caminando por Triunvirato cuando lo llamaron. Desde Europa, sus amigos. Los de la casa que cuidaba. Andaba paseando un rato, buscando unos libros para regalar. “¿Cómo que sonó la alarma? ¿Y por qué? ¿Y ahora qué hago?”. “Volvé, claro, a ver qué paso, si está todo bien”. Las piernas largas, arremolinadas, a grandes pasos, por Encalada. Y en cada esquina, girando la cabecita para pispear si por ahí, en una de esas, pasaba algún colectivo que lo ayudara a llegar más rápido. A su cabeza llovía una interminable cantidad de imágenes: Patrulleros en la puerta de la casa, vecinos amontonados mirando con caras extrañadas y otras imágenes decadentes.

Se le cortaba así una racha de ciento sesenta y siete días sin recibir alertas, desde aquel domingo nublado –lo recordaba como si fuera hoy- en que el llamado había venido desde una casa en Palermo. Y ahora, en Pueyrredón, ¿qué habría ocurrido? ¿Estarían robando o sería una ventana abierta por el viento? Había mucho viento ese día, podía ser.  “¿Qué hago, señora? ¿Mando un móvil o no?”

Esperaba que lo sorprendiera el zumbido molesto de la alarma al doblar una esquina. De cada sonido le parecía que podía emerger, clara, limpia y estridente.  De autos y bocinazos al pasar, de gritos y empujones de chicos que salían de un club. Siguió camino y, al doblar en la última esquina, pudo ver que no había nada raro en el frente de la casa. Llegó a la puerta, la abrió con rapidez y desactivó la alarma que, a pesar de todo, continuaba encendida. Entró al living y… esa maldita llave de luz que está del otro lado de la pieza le alargó la incertidumbre. Cuando por fin la encendió, pudo ver una de las patas de su gato, que escapaba de los sensores de movimiento del living hacia la galería. Vio también cómo se echó en el suelo y empezó a chuparse la misma pata, mientras lo miraba con cara de inocente.