Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

domingo, 12 de mayo de 2013

"Mi nombre es Bandini, Arturo Bandini"


Una reseña sobre Pregúntale al polvo, de John Fante.

“Pregúntenle al polvo. Pregúntenle a la tierra. Por qué pecar me hizo cambiar”, dice un católico arrepentido, sentado en un banco de piedra en una playa de Long Beach. Intenta meditar, pero la tierra se abre a sus pies, los niños gritan, las mujeres corren. Todo se derrumba, menos los mitos.

John Fante (Los Angeles, E.E.U.U., 1909-1983) fue hijo de inmigrantes italianos pobres. Trabajó como guionista en Hollywood pero dedicó su vida a la literatura. Vivió como su alter ego, Arturo Bandini, al margen de los reconocimientos, sin plata, fue bebedor y ludópata. Otro como él, Charles Bukowski, rescató su obra completa cuando Fante murió, y comentó que sus historias fueron para él de gran inspiración. Sólo este dato podría bastar para movilizar a los bukowskianos a conocer la obra de Fante y, en especial, Pregúntale al polvo, su obra central.

Y desde el centro de la tierra se escucha una voz que produce un terremoto inesperado: “Soy pobre, mi apellido termina en vocal, me odian a mí y odian a mi padre, y al padre de mi padre, y si por ellos fuera me sacarían la sangre, me sacrificarían, pero ya son viejos, agonizan al sol y en el polvo tórrido del camino, y yo soy joven y estoy lleno de esperanzas y de amor por mi patria y mi época”. Es Arturo Bandini, el protagonista. Y el lector puede encontrar en ese odio visceral el sentimiento más marcado en el hombre que encarna esta historia. Y en ese odio se reflejará su complicada relación con la camarera mexicana Camila López.

Pregúntale al polvo (1939), segunda novela de la trilogía iniciada por Espera a la primavera, Bandini (1938) y concluida más de cuarenta años después por Sueños de Bunker Hill (1982), fue prologada por el mismo Bukowski, quien ha comentado: “Yo era joven, y casi todos los libros que leía me daban la sensación de que se dedicaban a hacer juegos de prestidigitación con las palabras, que los autores que no tenían prácticamente nada que decir pasaban por escritores de primera línea [...] pero cierto día cogí un libro, lo abrí, y se produjo un descubrimiento. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de sus sentimientos. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto.”

Pero la clave estuvo en que ese milagro fue real. Porque la obra de Fante nos acerca a la realidad de la vida, si por realidad se entienden las historias de los hombres de carne y hueso, lo que les sucede cada día, los sentimientos cambiantes, los malos humores, las desgracias, los ratos de felicidad, las frustraciones, así como los nuevos proyectos.

Porque a través de las líneas de Pregúntale al polvo, Bandini (que es cien por ciento Fante) intentará escribir su vida, su experiencia y esperar lo que muchos de su generación, de su clase: salvarse económicamente vendiendo sus cuentos, sus novelas. Porque quiere plata, porque necesita plata. Para tomarse un buen whisky, para acostarse con una buena prostituta y para pagar la pensión donde vive. Y donde una mujer le tira piedritas contra la ventana cada vez que lo visita.

Pero la historia de un hombre real es sobre todo completa. Y en ese todo se suelen tocar los extremos de las cosas. Por eso, no se puede omitir que Arturo Bandini humilla a Camila López, la desprecia profundamente por su origen latino (tanto o más de lo que los yankees lo odiaban a él), pero al mismo tiempo la desea cuando no está, le escribe los mejores poemas que un hombre le pueda escribir a una mujer. La idealiza.

Pregúntale al polvo es una novela experimental porque hace recorrer a su protagonista por los sentimientos más dispares, llevándolo en un viaje por sus emociones más fuertes. Arturo es un hombre de carne y hueso. Por eso, lo vemos llorar por Camila después de humillarla. Lo vemos ayudarla a salir adelante con su vida cuando esta corre el máximo peligro. También, tener sexo sólo por lástima y luego arrepentirse ante su Dios por sentir la marca de la culpa. Lo vemos odiar al límite a quienes lo han herido, pero también lo vemos sufrir extremadamente al presenciar el degollamiento de un borrego a la luz de la luna.

Bandini es un hombre real. Y, como dijera Hesse, un hombre está compuesto por mil almas, no por una. Por mil sentimientos, no por uno. Porque su complejidad lo abarca a lo largo y a lo ancho. A pesar de que al final, se esfuerce en decir: “¡No me llames hijo de puta! ¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini!”

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