Las palabras nos roban los sueños
porque borran (iba a decir reprimen)
las interpretaciones de los hechos
y construyen la realidad únicamente como fáctica.
Hay una realidad (de todas las que decidí vivir)
que no está hecha de hechos
y en esa realidad viven nuestros sueños,
meras interpretaciones de acontecimientos
que amoldamos a nuestra imaginación.
Soñamos, hasta que alguien nos despierta diciéndonos, cínicamente:
"Lo que quise decir no puede escindirse
del sentido denotado de mis palabras"
Se le puede refutar al iluso
y orgulloso interlocutor:
"Las interpretaciones, como los sueños,
jamás podrán ser reprimidos"
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