Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

jueves, 21 de julio de 2011

La parte maldita

"y cuando finalmente me dé cuenta quién soy,
ya me habré escapado de mí"


Es una parte de yo, pero no es él en escencia. No es ontológico, sino construcción subjetiva. Me recorre de aquí hacia allá, reside en mi interior, me hace correr, me agita, me descontrola. Se emperra en salir, pero en su eterna impotencia me rompe en pedazos rotos.

Las pieles lasceradas son testimonio fiel de su existencia, de mi mortandad. El cuerpo descontrolado es el cuerpo que sabe, que lo sabe todo, pero no quiere hablar. Pero lo que no quiere hablar es un idioma de palabras, porque las palabras son el hogar de la razón, y porque su idioma no se llama razón sino sentidos.

Y así se manifiesta, con un dulce "me duele", un inocultable "me pica" y por qué no un valiente "me arde". Así se manifiesta un cuerpo que quiere negar su embotamiento. Es un cuerpo que atraviesa la vida con un dolor que no puede ocultar. Debe hacer un espectáculo de su dolor. Solo así puede transformarse en un cuerpo rebelde.

Pero... ¿rebelarse contra quién?
Si yo soy parte de él, si yo no soy sin él.
Si no existe "mi cuerpo" y "mi conciencia", sino YO (el espíritu en la materia)

Sin embargo, como cada tantos versos es bueno escuchar una sinécdoque, en todo des-orden de cosas es bueno que la parte se rebele contra el todo, y lo pueda partir en pedazos rotos, para que se rehaga un todo mejor.

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