Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

domingo, 9 de enero de 2011

The most plentifuly river

Una noche puede ser igual a una interminable calle adoquinada con murales de realismo socialista pintados muchos años atrás, con colectivos fantasma que nunca se detienen porque no tienen un destino fijo, porque circulan una ciudad cuyos habitantes no quieren llegar a ningún lugar. Porque llegar les representa comenzar una vez más con la rutina de la vida (mala rutina de la vida). Asustados de esa fantasmagórica realidad, sienten la irremediable necesidad de perderse en un onirismo de calles intransitables (empinadas o en bajada, lúgubres, áridas) de una ciudad erigida de cemento pero sin sangre en las calles. Estas arterias del cuerpo de la ciudad, son las que los expulsan a un único lugar: el río. Ese río donde siempre llegan cuando tienen algo que escupir, el que soporta sus excrementos mentales, sus desastrozos sentimientos, aquellos de los que a veces se avergüenzan. Ese río tiene un imán para ellos. Y cuando se cansan de chocar sus cabezas contra el cemento de la ciudad, siempre recurren a él. Se puede arriesgar que ese río es para ellos un Dios sin igual.
Y en la noche frente al río, ellos deciden cortarse las venas para ofrecerle a su Dios el caudal más voluptuoso que tienen: la sangre que les corre de principio a fin de sus arterias. Aquella sangre que la ciudad no les acepta porque no es compatible con sus estructuras de hormigón armado.

Así, el río, que parió un color lodo, va tornando su tinte hacia un rojo más sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario