Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

beto

El viaje

-Hasta Terrero y Belaustegui, por favor.
-Enseguida- responde Adolf.

Lo primero que hago es sacar los ojos por la ventanilla trasera. Pero no pongo los ojos en línea recta, sino que los dejo a 135º, que es el ángulo de la poesía. Voy oteando, entonces, los balcones de las casas y todo lo que pase por esa graduación (ahora la frondosa copa de un árbol que parece centenario), ya cansado de ver gente y autos pasar. Ese instante poético pronto se rompe:

-Yo no estoy de acuerdo con lo que hicieron esos muchachos, porque fue terrorismo de Estado, pero yo levantaba pasajeros en La Oculta, en Fuerte Apache, y nunca me pasó nada- se cubre Adolf, justificando el horror, sin darse cuenta.

Siento que no puedo entrar en el juego una vez más (sólo veo el bigote finito de Adolf, no le conozco la cara y, lo que es peor, no lo quisiera mirar a los ojos porque, dicen, el odio te deja ciego si lo mirás fijo). Me salva que viajo con otra persona, lo que me permite realizar mi voluntad de no responder. Sin embargo, ya no podré mirar la copa de los árboles ni los balcones viejos de la ciudad. Mis ojos caen nuevamente a 90º y pienSSo en la Alemania de los 40, luego en la AAArgentina de los 70, mientras los autos y las personas pasan, una vez más. Es evidente que Adolf acababa de robarme la poesía de los ojos. Lo que resta del viaje es mirar por la ventanilla a 90º, sin la voluntad de volver a "subirlos".

Antes de que el taxi-horror estacione, vuelvo a prestar mis oídos a la conversación arrepintiéndome cuando escucho justificar el accionar de sicarios. (Ya es demasiado). Le pago a Adolf por sus servicios (por supuesto, sin mirarlo a los ojos) y nos bajamos del auto (por fin). Repaso en los sesos las dos barbaridades justificadas por Adolf. There's a lot of questions but no answers.

El lugar

El pasillo que nos lleva a la habitación es bastante largo, y trato de hacer el equilibrio suficiente para que la sopa y el vaso de agua que llevo en la bandeja no le den la razón a Newton una vez más. (Ahora me cuesta respirar sin que me dé náuseas, el olor a carne humana podrida aumenta al ritmo de los pasos que damos... encima una escalera hacia arriba, que desafía aún más mis posibilidades como equilibrista). Llego al comedor (por fin),y dejo la bandeja en la mesa. Si ya es triste ver a una persona en silla de ruedas, peor aún es verla bajarse de ese tren que se lleva todo por delante: la voluntad de vivir. Siento que vivir así es ir muriendo en vida. La ética vuelve a pasar por mi cabeza, ¿hasta qué punto es digno vivir así? ¿por qué no hay una línea divisoria que separe la dignidad de la indignidad del vivir? ¿Hasta cuando así, hasta cuando piel y huesos? No answers again.

(mirada fija, pero esta vez sin palabras)


Si yo te conocí hincha pelotas, verborrágico, maleducado, egoísta, ansioso y no sé cuántos adjetivos más, ¿por qué cambiaste tanto? ¿por qué ahora apenas levantás la cabeza para mirarme y lo único que hacés es balbucear y no te entiendo cuando me hablás? No answers one more time.
Si de algo estoy seguro, es de que no hubiese elegido verte así. Hubiese preferido quedarme con el Beto de los adjetivos feos. ¿No querés volver a hincharme las pelotas por un rato?, ¿a interrumpirme cuando te quiera decir algo?, dale, una vez más estemos sentados a la mesa y no me compartas ese helado que tanto te gusta. Hacelo una vez más, hacelo por mí.

(bastaaaaa, bastaaaaa, bastaaaaa)


Pastillas y a la cama.

La noche


Apenas nos sentamos relajamos nuestros cansados cuerpos asalariados y aprovechamos la ocasión de la cena para ponernos al tanto de las últimas cosas que nos habían pasado y también del futuro que se avecina en Mar del Sud (que no es el más al sud de los mares). Debo confesarlo, es raro vivir con alguien bajo el mismo techo y tener que esperar a eventos tales como una cena de trabajo para hablar en profundidad. However.

(el olor a carne ahumada combinada con las hojas verdes del patio hicieron del lugar algo irrepetible, de esas cosas que quedarán en retinas y fosas nasales, a pesar de los molestos 30ºC a las nueve de la noche).

La entrada viene cargada de picada (ají puta parió, berenjenas, salamín, queso) y las primeras cervezas se acercan para acompañarnos en la velada. Por suerte el menú seleccionado por la casa es suave a nuestros estómagos. Y además nada puede caer mal si viene acompañado de una charla amena. A pesar de todo, si mañana me despierto entero, habrá sido milagro.

(son las dos de la madrugada, caigo redondo sobre un colchón de gomaespuma. Mañana nada cambiará. Veo a Beto en mi mente una vez más. Ahora veo todo negro. Ahora semi-inconsciente, ahora...)

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