Sólo permanece viejo lo que se mira con ojos de ayer.

jueves, 11 de noviembre de 2010

San Pablo en Buenos Aires

Hubo mucha gente que no se enteró, pero ayer tocaron The Beatles en la cancha de River. Sí, ya se que a John lo asesinaron en 1980 y que el cáncer se llevo a Georgito hace unos cuantos años. No importa. Ayer tocaron The Beatles en Buenos Aires porque alguien vino a plantar la semilla de su música en la pampa húmeda de nuestra tierra. Esa misma semilla que dentro de algunos años germinará en brotes, dando más tarde muchos arbustos de raíces beatleras que se manifestarán en adolescentes que formen bandas musicales continuando el camino iniciado por esta banda que ayer tocó en River, básicamente porque su escencia trasciende a su propia formación.

Gracias a un Santo Pablo con apellido de origen escocés, la generación de jóvenes nacidos en la década del '80 y '90 también vamos a poder decir, dentro de cien años (¡sí, porque vamos a vivir mucho tiempo!) a nuestros nietos, que escuchamos a The Beatles ao vivo. Decirlo despacio, con ternura y emoción, decirlo con el corazón, casi saboreando las palabras al salir de nuestras bocas.

Desde bien temprano muchas personas se congregaron en las cercanías del estadio Monumental, para hacer cola y conseguir un lugar que les permitiera apreciar mejor el recital. Había gente de todas las franjas etarias. Desde los de la primera guardia beatlera, aquellos que escucharon sus temas en singles, hasta peques de ocho o diez años, algunos transformados en el centro de atención de periodistas allegados al lugar para hacer las clásicas notas de color. En el medio, todos los demás, confirmando que la música de The Beatles atraviesa cualquier distinción entre personas que estemos acostumbrados a hacer, sea referida a la edad, la clase social o la zona geográfica de proveniencia (había gente del interior del país y también un grupo de chilenos con grandes banderas de su país).

Una vez adentro, el recital fue de lo mejor que quien escribe vio en vivo (sólo superado por la vuelta de Calamaro en Cosquín en 2005, pero en emoción y orgullo para quien lo vio, nunca en cuanto a lo que la ortodoxia indicaría como "un gran recital"). Pensemos que el tipo tocó 39 canciones durante casi tres horas, una tras la otra, dándose el lujo de no tocar ningún tema del, para mí (subjetividad), mejor disco que hizo como solista, aquel con cerezas desparramadas en la tapa y que con el correr de los años se transformaría en algo inigualable. La calidad del sonido sí fue lo más grande que escuché en mi vida, así como la puesta en escena, el show de fuegos artificiales en Live and let die y la calidad de imagen de las pantallas gigantes (pulgar arriba para el batero, un showman innato, que realizó todo tipo de coreografías al mismo tiempo que ejecutaba su instrumento. Ya averiguaremos su nombre). Los dos momentos más tiernos de la noche fueron: cuando dedicó Here today a Johnny y una rara versión de Something para Georgy. ¿Agregar palabras a esas dos emociones?, ¿para que? El desfile de instrumentos fue impactante también, desde bajos de la década de los '60, pasando por guitarras de todo tipo, eléctricas y acústicas, algunos charanguitos, un piano "clásico" de cola, otro psicodélico con un estilo Sgt. Pepper's, canción con la que Macca cerró el recital (previo a la parte final de The End, claro está), mientras la gente, que llenó todas las bandejas del estadio, cantaba sin parar. El peor momento de la noche fue cuando el cantante se apareció con una bandera gigante de Argentina y comenzó flamearla. Dio un poco de cosquilleo, sobre todo al recordar las vejaciones que toda la vida hizo Inglaterra en nuestras islas del sur y las extracciones de petroleo que realiza hoy. Pero claro, con la banderita al viento tapamos todo, la gente no se da cuenta. No hacía falta caretearla así, Paul.

Tuvimos suerte que este emblema de la música contemporánea decidiera bajar una vez más hasta Baires para regalar a un par de generaciones más la oportunidad de escuchar las melodías que dejaron un eco imborrable en los oídos de todos y con las que influyeron y seguirán haciéndolo, a miles y miles de bandas de todo el planeta. Ojalá que la semilla beatle que vino a sembrar anoche Paul, pueda convertirse en un árbol bien alto en el que los pájaros negros puedan cantar cuando se acabe la noche.

2 comentarios:

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  2. Bienvenido amigacho!
    Y sí, este es mi espacio, espero que podamos cruzarnos, expresarnos y por qué no discutir (... en el buen sentido de la palabra..., porque las palabras tienen diferentes sentidos. ¿Sabés? La etimología de la palabra "sentido" viene de "sentir". "Siento, luego existo" diría un amigo francés allí por el siglo XVII [y luego Dafuncchio en el último corte de Las Pelotas, interpretando mejor que cualquier teórico filosófico de toda la historia el pensamiento de René]. En fin... las palabras las sentimos, esto quiere decir que nos despiertan sentimientos, pero fundamentalmente que quien escribe lo hace siempre desde el sentimiento y allí está la valentía de quien escribe).

    Y sí, se escribe desde el yo, siempre desde el yo (por más que utilicemos estrategias literarias para ocultarlo, a veces con más éxito, otras no tanto. "Uno siempre es lo que escribe", diría un literato lacaniano), porque ciertas experiencias de la vida son irrepetibles y despiertan en nosotros la llama de la subjetividad. Estas experiencias no se pueden objetivar (y está bien que así sea) porque ya se hicieron carne en nosotros (con todo lo que "hacer carne" implica). Pertenecen al yo, a la subjetividad y es desde allí desde donde adquieren su relevancia. Apostaría más: es fundamental escribir desde la subjetividad si se pretende hacer una crónica.

    Así mismo, sé que lo suyo no es fantoche nacionalista y no quise expresarme en ese sentido en aquella frase. I mean, todos sabemos que "un país es un invento" y que el mundo no se divide en estados-nación, sino en explotadores-Estado-explotados, pero ello no implica que no haya que defender la soberanía nacional ante el ataque externo, me parece que son dos discusiones distintas... (a charlar). En fin (...) acabo aquí (con el texto y con el vino) porque más que un comentario esto ya se pareció a un posteo.
    Seas bien-venido (y bien-bebido) a mi blog y ¡viva la cultura escrita! (maldito paréntesis de Gutenberg).

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